Por Salvatore Scimino
7 de marzo de 2012
El lodo de la Tierra ha parido un bicho temido por todas las criaturas. Desde que alzó la mano blandiendo un palo o una piedra no ha cesado de matar. Ha conquistado cada rincón del planeta y donde llega se convierte en una peste para los demás, los que nadan, reptan, vuelan o se entierran.
Por comercio o por ciencia nada se le escapa, siempre está vendiendo o catalogando. Su mente es un motor de tramas, intrigas, ideas, dinero y ganas de copular.
Asesina y tortura a sus semejantes y a los seres que considera inferiores los encierra en calabozos o campos de concentración, da igual que sean vacas o ganado humano. Hay que usarlos para llegar a la cima. Una vez allí no divisa nada excepto su propia miseria interior y llora.
Chupa la sangre de los demás, desde una oruga de seda hasta las ballenas. Cualquier excusa es válida para hacer la guerra. Y cuando lo hace, machaca, destruye, destroza y pulveriza a quien sea que cruza su camino (Video 1).
Video 1. Guerra en Irak. Ataque de helicóptero.
Demasiado miedo esconde en su pecho. Para ir a la guerra hay que tener dos cosas: miedo y valentía. Y la primera mueve a la otra. Es bonito filosofar pero se reduce a esto tan sencillo.
El terápsido bípedo autoproclamado Homo sapiens es un miedoso. Y cuando calma un poco su terror danza, gira, salta, come, canta o se inventa poemas. Siempre ha sido así.
Las serpientes de los bosques reducidos lo echaron de su paraíso. En las sabanas tuvo que aprender a cagar en dos patas por miedo a que en ese momento tan vulnerable le dieran un porrazo sus vecinos para convertirse en almuerzo o se lo devorara un león.
El miedo ancestral aún se palpa en los adolescentes. Abandonan el nido cómodo y protegido de los padres para formar parte de la manada de jóvenes pretenciosos y pendencieros. Los pocos que no lo son son arrinconados y burlados. La naturaleza juega con diversas alternativas.
Los que siguen a los líderes son colmados de chistes y galanterías ficticias hasta que les llaman a sustituir a sus viejos procreadores en su tribu.
Curiosamente a este reptil engalanado le salieron nalgas para caminar mejor, su cara mimetizó sus órganos genitales en los machos y la hembra le ofrendó sus pechos imitando su trasero. Y ésta escondió su estro para que él merodeara más tiempo alrededor de ella en espera de alguna cópula. Y así nació la familia.
Pululando para arriba y para abajo por los montes descubrió alguna planta alucinógena que bien pudo haber sido la marihuana y aprendió a colgarse. Se le expandió su corteza cerebral en corto circuitos aquí y allá. Un lado de sus sesos le hablaba y el otro le calculaba. Nació su cerebro bicameral. Descubrió a los dioses.
Y aún sigue allí. Guerrero para conseguir hembras y le llama amor a la familia. Mata cuando sufre de miedo o se calma en la cópula para tranquilizar sus nervios.
La brisa en su cara cuando estaba endrogado en alguna parte del globo le pareció de colores y aprendió a mirar a las flores y mariposas.
Este bicho puede ver dos cosas. La belleza de la creación cuando le habla el lado místico de su cerebro pero si se le habla su lado calculador, se dispara la raíz reptiliana de sus sesos y se caga de miedo, salta y mata. Da igual que sean machos o hembras, ambos padecen del mismo mal de división de mollera.
Pero la hembra con su tesoro escondido entre las patas marca la pauta. Sutilmente señala el curso hacia lo bélico desde la cuna hasta la muerte. Sus arrullos en su lengua propia tienen el poder de convertirse en balas. Teme lo extraño (Video 2) y busca lo mejor para sus vástagos. Tiene miedo y con razón vivimos en un mundo donde no existen hijos predilectos. El registro fósil habla de ello.
Video 2. Una mujer considera a los rumanos una plaga como los estorninos.
Y es una desgracia que en la escuela sólo aprenda a utilizar el lado que trama y calcula. Por eso no van bien las cosas. Por inventar un tornillo destruye un bosque que le alimenta. Le habla el lado que ve a los dioses y intenta parar la mano armada del otro.
Los que ven las mariposas como seres sagrados tienen una dura tarea pero es lo único que vale la pena. La biofilia es el único camino. Pues ya la Parca de la Extinción merodea alrededor de su casa.
El mono guerrero debe dejar de lado el mazo que utiliza para matar a su vecino. Debe aprender a amar a su prójimo, incluyendo a las lombrices de tierra o la hierba que pisa. Ya ha causado demasiado daño y ha enviado a muchos compañeros de viaje a las tinieblas del olvido (Video 3). ¡Qué tristeza!!
Video 3. Animales exterminados por el Homo sapiens en el Siglo XXI.
No será cosa fácil. Es un holgazán contrariado, sin embargo tiene posibilidades. El terápsido bípedo desnudo tiene una cita con el destino.
Mi querida madre (q.e.p.d.), cuando era niño me relató la historia de Cristo. Me dejó maravillado con la vida de Jesucristo. Y ella me contó que una vez al Señor en una ocasión mientras descansaban a la sombra de unos árboles en Galilea, una de las mujeres que pecaba de egoísta y que le seguía le preguntó:
“Maestro, ¿cuándo dejará de haber guerras?”
A lo que Cristo le respondió:
“Cuando mujeres como tú dejen de tener hijos”.
Y así es. Las guerras las empiezan las mujeres y las acaban los hombres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario