Por Gundhramns Hammer
30 de septiembre de 2012
Familia Martínez, Piedras Gordas (Coclé, Panamá). Foto cortesía de Milagros. S. Trullén.
El correr de la vida de los pueblos es como un río, fluye incesantemente hasta llegar al mar. Su paso no se ve obstruido a no ser que haya un desastre natural y el agua entonces poco a poco buscará como sobrepasar el obstáculo.
El hombre construye presas en su paso para sacar electricidad para encender sus aparatos lavacerebros, tener luz por la noche para alterar sus glándulas incluyendo sus gónadas, darle vida a las calculadoras de los bancos, en fin sirve para mantener funcionando una cadena interminable de armatostes y equipos que giran y gimen alimentados por la energía de los electrones.
El mundo ya se han mal acostumbrado a este flujo de energía de los átomos de tal manera que si de repente desapareciera posiblemente habría un suicidio masivo. El aburrimiento mataría más gente que todas las balas disparadas a lo largo de la historia sangrienta de este homínido.
El río de la cultura nace de abajo y fluye hacia arriba o se origina arriba y fluye hacia abajo. Llega a las playas de otras tierras y la gente acoge lo nuevo. Unas veces a la fuerza y otras lentamente con la persuasión de los letrados a lo largo de los años o siglos.
Así, en la actualidad hay gente originaria de Africa viviendo en Inglaterra y cuya lengua obviamente es el idioma inglés. Pasarán años y se olvidarán de su origen y hasta defenderán a capa y espada "su lengua".
Algún día cuando los arqueólogos del futuro en Inglaterra desentierren los esqueletos de estos humanos africanos, sus restos fosilizados se convertirán en un auténtico quebradero de cabeza. La lengua no se fosiliza.
La cultura de cualquier pueblo siempre fluye. Las presas a este flujo, aunque no siempre exitosas, como ejemplo de esta empresa está el catalán que es un latín deformado, son las intelectualidades de los soberbios de las academias de la lengua o cualquier engreído versado en la literatura y a quienes los estamentos gubernamentales les pagan para que sirvan de militares en la guerra de las letras. Les pagan para que vigilen "la integridad cultural nacional".
Son los sacerdotes encargados de velar por la "pureza de la lengua", los cuales son sonidos guturales modulados y que para empezar no son de nadie. La lengua cambia como fluye el agua en un río. Y nacemos libres de lenguas excepto con un cerebro listo para ser programado por los sonidos del idioma donde aterrizamos.
Tomemos un ejemplo de la fluidez de la cultura. En Panamá, la gente común y corriente suele usar la palabra flateado o flateada para referirse a que algo carece de aire, como un neumático. Esta palabra proviene del inglés flat = plano sin aire, llano, suelo, piso de una casa, etc. Y flat viene del germánico antiguo flaz = nivel, plano, posiblemente del Proto-Indoario plat = esparcir, extender, expandir.
Es una palabra que los panameños adquirieron de los estadounidenses durante el contacto entre ambos pueblos. Procede de aquella época en que los "norteamericanos", aunque también los panameños son norteamericanos por estar al norte del ecuador de la Tierra, controlaron la Zona del Canal. Esto suele ocurrir en todos los pueblos que entran en contacto alrededor del mundo.
Los panameños no se preocupan si la Academia de la Lengua está o no de acuerdo con las palabras que ellos incorporan a su lengua. La gente panameña simplemente coge, modifica y emplea nuevas palabras y entre ellos se entienden. Eso basta.
El Canal ha permitido a los habitantes de Panamá ponerse en contacto con diversas culturas del mundo. Se nota en la manera de pensar de los panameños.
La soberanía de Panamá no está en sus fronteras, artificios políticos construidos por los hombres para satisfacer intereses económicos del comercio mundial.
La soberanía de este país está en la mente de las personas sencillas, el vendedor de helados en la calle, el campesino, el vendedor de pescado en bicicleta por los caminos en las áreas rurales, etc.
¿Y cómo se nota? En la flexibilidad de la mente de los panameños de la calle, aquellos que no han sido encasillados del cerebro en la escuela, y en ser capaces de examinar y criticar sin ningún problema la manera de ser de ellos mismos. Adicionalmente se nota en la rapidez de sus mentes. Y por supuesto en su grito y canto, la saloma, que sale de su corazón (Video 1).
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