¿Se te ha hecho agua la boca? ¿Deliciosa carne de barbacoa? ¿Eres caníbal? ¡Sorpresa! Son 46 kg de grasa humana. Source: photobucket. |
Por Gundhramns Hammer
Era una señora que aparentaba ser sofisticada y culta. Había bajado el fin de semana a Jaca para exhibir su nuevo vestido que le había costado un par de costillas a su marido y dejado un agujero en la red biosférica planetaria.
Lo último le importaba un bledo, pues esta hembra no entendía nada de ecología global.
Cosa que debería importarle mucho. Tenía dos hijos que heredarían el paso de sus huellas ecológicas desastrosas.
Lo último le importaba un bledo, pues esta hembra no entendía nada de ecología global.
Cosa que debería importarle mucho. Tenía dos hijos que heredarían el paso de sus huellas ecológicas desastrosas.
Por más que se enforzara en dar una imágen de una reina galáctica, cuando abría la boca se notaba que había salido de un encerrado valle del Pirineo donde las ondas de montañas, los vientos Föhn o los vientos brujos o monos le habían frito las neuronas de su cerebro de reducidas dimensiones, resultando en crisis emocionales frecuentes y jaquecas, según las quejas de su débil marido que llevaba mucho tiempo sin comer dulce cuando él se iba de consulta a la oficina del psicólogo.
Por un lado, más de algún Homo antecessor ibérico la hubiera envidiado o codiciado. Por otro, posiblemente la hubieran considerado idiota, lo suficiente para comérsela asada o cruda en una cueva.
Y a decir verdad, por la manera vulgar que trataba a la gente en las tiendas y además en casa maltrataba a su marido y sus mascotas, acabar en las barrigas de los cavernícolas pleistocénicos hubiera sido lo más biosférico que podría haber hecho en su puta vida.
Su viaje a Jaca, aparte de su estúpida idea de lucir lo que no podía lucir donde no se puede lucir lo que se luce sin lucir y resulta vano lucir, era importante para una mujer que no tenia nada más importante que consumir una buena tajada del queso biosférico.
Gastaba a destajo, a diestra y siniestra. Su marido ya tenía hasta sus cojones empeñados para mantener a raya y un poco contenta esta temible fiera.
¿Para qué había ido a Jaca?
Buscaba una bruja para que le adivinara el futuro.
Preguntando y preguntando al final llegó a la fuente que no era ninguna fuente pero engañaba a la gente disimulando ser fuente. Pero lo que le dijeron le acabó de apagar sus escasas luces.
Vieron en la bola de cristal que en un cercano futuro, ella y sus hijos se convertirían en bolas de sebo.
La gente de Jaca aparecía en el nube de la bola de cristal de manera exageradamente sobrepesada.
El sistema de desagüe de aguas residuales (la mierda) se veía colapsado, con muchos problemas de atascos en las tuberías por las masas de grasa que salían de los restaurantes de comida chatarra que poco a poco habían invadido los dominios de Pyrene.
Un alcalde incluso se había suicidado por no poder resolver los problemas que se le habían venido encima.
La bruja remató la sesión de sobrenatural estafa con unas pocas palabras y un rápido abracadabra.
Ella le dijo a Jacinta Cincopedines de Malraíces, así se llamaba esta criatura primatoide de hábitos anti-naturaleza que estaba sentada en la sala de la pitonisa sin ningún pitón de vergüenza, que se preparara para recibir el nuevo año dentro de veinte años, justo cuando sus dos hijos serían ya mayores y empedernidos gastadores como ella, un terrible pronóstico para su ego que la dejó hecha un millón de pedazos:
Según la pitonisa, en terminología sofisticada, era la llegada de la era del obe-pirineo, es decir, un obeso-pirineo.
La obesidad sería la nueva tendencia a lucir por las calles de las ciudades de las montañas que le dieron tanto dolor de cabeza al mencionado piojoso Hércules.
Veamos lo que en unos lugares de España ya pasa y que va a pasar cuando pasa la comida rápida por donde no debe pasar por pasar los que no deben pasar porque los dejan pasar para chupar la sangre de los tontos que pasan por donde no debieran pasar.
Por un lado, más de algún Homo antecessor ibérico la hubiera envidiado o codiciado. Por otro, posiblemente la hubieran considerado idiota, lo suficiente para comérsela asada o cruda en una cueva.
Y a decir verdad, por la manera vulgar que trataba a la gente en las tiendas y además en casa maltrataba a su marido y sus mascotas, acabar en las barrigas de los cavernícolas pleistocénicos hubiera sido lo más biosférico que podría haber hecho en su puta vida.
Su viaje a Jaca, aparte de su estúpida idea de lucir lo que no podía lucir donde no se puede lucir lo que se luce sin lucir y resulta vano lucir, era importante para una mujer que no tenia nada más importante que consumir una buena tajada del queso biosférico.
Gastaba a destajo, a diestra y siniestra. Su marido ya tenía hasta sus cojones empeñados para mantener a raya y un poco contenta esta temible fiera.
¿Para qué había ido a Jaca?
Buscaba una bruja para que le adivinara el futuro.
Preguntando y preguntando al final llegó a la fuente que no era ninguna fuente pero engañaba a la gente disimulando ser fuente. Pero lo que le dijeron le acabó de apagar sus escasas luces.
Vieron en la bola de cristal que en un cercano futuro, ella y sus hijos se convertirían en bolas de sebo.
La gente de Jaca aparecía en el nube de la bola de cristal de manera exageradamente sobrepesada.
El sistema de desagüe de aguas residuales (la mierda) se veía colapsado, con muchos problemas de atascos en las tuberías por las masas de grasa que salían de los restaurantes de comida chatarra que poco a poco habían invadido los dominios de Pyrene.
Un alcalde incluso se había suicidado por no poder resolver los problemas que se le habían venido encima.
La bruja remató la sesión de sobrenatural estafa con unas pocas palabras y un rápido abracadabra.
Ella le dijo a Jacinta Cincopedines de Malraíces, así se llamaba esta criatura primatoide de hábitos anti-naturaleza que estaba sentada en la sala de la pitonisa sin ningún pitón de vergüenza, que se preparara para recibir el nuevo año dentro de veinte años, justo cuando sus dos hijos serían ya mayores y empedernidos gastadores como ella, un terrible pronóstico para su ego que la dejó hecha un millón de pedazos:
- Obesa. ¡Sí, tú y tus hijos seréis una pandilla de obesos por culpa de la comida chatarra!
Según la pitonisa, en terminología sofisticada, era la llegada de la era del obe-pirineo, es decir, un obeso-pirineo.
La obesidad sería la nueva tendencia a lucir por las calles de las ciudades de las montañas que le dieron tanto dolor de cabeza al mencionado piojoso Hércules.
Veamos lo que en unos lugares de España ya pasa y que va a pasar cuando pasa la comida rápida por donde no debe pasar por pasar los que no deben pasar porque los dejan pasar para chupar la sangre de los tontos que pasan por donde no debieran pasar.
Referencias
Barston A. G. (1988). The effect of weather on mood, productivity, and frequency of emotional crisis in a temperate continental climate. Int. J. Biometeorol., 32: 134-143.
Molini Cabrera M. D. (2007). Repercusiones de la comida rápida en la sociedad. Trastornos Cond. Alim., 6: 635-659.
Sánchez-Cruz J.-J., Jiménez-Moleón J. J., Fernández-Quesada F. & Sánchez M. J. (2013). Prevalencia de obesidad infantil y juvenil en España en 2012. Rev. Esp. cardiol., 66 (5): 371-376.
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