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viernes, 25 de mayo de 2012

MONOS CALIENTES, LOCOS Y ENFERMOS: ¡EL ECOLOGO DR. JOHN B. CALHOUN TENIA RAZON!

Por Salvatore Scimino
25 de mayo de 2012

“How simple it now seems for our ancestors to have stood outside
their caves guarding against the fang and claw of predators. The
evil that we must stand vigilant against is like a virus, starting from
deep inside us, eating its way out until we're devoured by and
become its madness.”

                        Richard Strozzi Heckler
                        In Search of the Warrior Spirit (1992)



ADVERTENCIA: NO APTO PARA MENORES DE EDAD. PUEDE OFENDER A PERSONAS SENSIBLES.

2.5 millones de años de evolución de los humanos (Macropsichos megabiocidus, syn. Homo sapiens) acaban así, en una jungla de cemento donde una simia desnuda frota su vulva (válvula de escape) en el asiento de una bicicleta (Video 1). Un bípedo biológico sobre un bípedo mecánico.

Australopithecus africanus. Crédito: TuetingWH2010.


                              Video 1. Chica caliente se masturba en una bicicleta.


Lo mismo hacen ellos. Su aburrimiento los lleva a tomar cursillos de sexo donde utilizan muñecos de trapo para aprender a montar a sus hembras o su pareja del mismo sexo (Video 2). Un robot biológico sobre un juguete de trapo.

                        Video 2. Hombres aprenden sexo violando muñecos de trapo.


¿Qué diferencia hay entre estos ecovampiros (Macropsichos megabiocidus, syn. Homo sapiens) apiñados en las ciudades obsesionados por el sexo y sus primos los monos que se masturban de aburrimiento para olvidar su horrible cautiverio en los parques zoológicos? (Video 3). ¡Ninguna!

                                         Video 3. Primates se autoestimulan.

El ecólogo Dr. John B. Calhoun (mayo 1917-septiembre 1998) llevó a cabo un experimento con ratones. Creó un universo utópico para los ratones donde fueron provistos de todo menos espacio. El resultado fue un boom poblacional seguido por desorden psicopatológico que los llevó al caos y la muerte (Video 4).


                  Video 4. El experimento de los ratones por el Dr. John B. Calhoun.


El mensaje del experimento se extendió a los humanos en las ciudades, señalando que la sobrepoblación humana al final causaría patologías y decadencia social, posiblemente colapso de la capacidad de sostenibilidad del planeta entero.


Si se le preguntamos a cualquier sociólogo o trabajador social sobre la conducta humana, nos dirá que el hacinamiento y la pobreza en los barrios pobres de las ciudades son factores causantes de violencia y desbarajuste familiar, a la vez que impactan sobre la salud y el aprendizaje de las técnicas de cacería a la moderna (=educación). De manera similar a los ratones del experimento del Dr. Calhoun.


Nadie está inmune a los problemas que causa la vida tensa en una metrópolis, donde cada persona que se cruza por el camino es interpretado como es un potencial enemigo por el cerebro de la edad de hielo, montado sobre el pescuezo del Homo sapiens moderno que vive zampado en su hábitat encementado.


Y la presión de la tribu es latente. Para los simios desnudos, trepar la escalera del camaleonismo social tiene un precio. A veces la presión de la olla sube tanto que la gente se suicida. 


A mayor altura en la pirámide de poder más sufren de la salud, a no ser que tengan bien atadas las cosas, como la reina de Inglaterra. Los ejecutivos de las grandes compañías sometidos a constante estrés padecen alteraciones fisiológicas que desembocan en patologías cardiovasculares. Se enriquecen rápido pero también acaban rápido en el cementerio.


El efecto del apiñamiento en las junglas de cemento se hace notar en conductas aberrantes de los ecovampiros: canibalismo (ficticio o real), pansexualidad, riñas, peleas, asesinatos, homicidios, sadismo, maltrato de niños, sadomasoquismo, tortura de animales, etc. (Video 5), frecuentemente acompañadas de consumo de narcóticos. 
                 
                                 ADVERTENCIA. IMAGENES GRAFICAS
Video 5. Ancianos endiablados peleando.


Entre los niños y adolescentes están muy de moda los videojuegos violentos donde la meta es destruir a los enemigos (personas, monstruos, animales, etc.) de diversas maneras: a balazos, aplastándolos, decapitandolos, desmembandolos, etc (Video 6). Los niños son el espejo de los adultos, entre los cuales hay quienes son más diablos que los diablos.


                          
                                            Video 6. La violencia de los videojuegos.


La adicción a los videojuegos (ludopatía, ciberadicción, o en lenguaje callejero videogamesmanía) conduce a diversas patologías en el cuerpo y el cerebro (Videos 7-8). El uso excesivo de los videojuegos causa lesiones en las articulaciones de las manos, apareciendo como dolor en los dedos pulgares (lesión motora de la flexión pulgar), los más usados en mover palancas y controles, el cual puede convertirse en tendinitis (Nintendinitis) y afectar toda la mano. Este dolor puede extenderse a la muñeca hasta llegar al codo o el hombro, en cuyo caso la persona no podrá realizar las tareas más básicas: lavarse la cara, peinarse o limpiarse el culo.


                        
                           Video 7. Daños que producen el uso excesivo de videojuegos.



                               
                              Video 8. Videojuevos violentos afectan el cerebro.


Los menores de 14 años que se pegan más de 2 horas frente a un monitor pueden llegar a sufrir daños en el cerebro causados por las descargas intermitentes de luz, presentando convulsiones epilépticas (epilepsis de reflejo) (Video 9). Cuando tiene una reacción anormal de este tipo el ludópata cae al suelo o le da el ataque en la silla, tiembla y se muerde la lengua, incluso pierde el control de las válvulas de escape delantera y trasera (se caga y se mea). Un lenguaje directo y florido, ¿no?


                        
                               Video 9. Epilepsis de reflejo causada por los videojuegos.


Las consecuencias de los videojuegos violentos son inquietantes. No son nada halagadores los escenarios posibles.


El teniente coronel Dave Grossman (1996), profesor de ciencia militar en la Arkansas State University (Universidad Estatal de Arkansas), señala que "la violencia penetrante en los medios de comunicación y los videojuegos interactivos está condicionando a los niños a matar (Fig. 1) en una forma similar al condicionamiento de los soldados del ejercito".


Figura 1. Niños jugando con videojuegos violentos. Fuente: Periodismo Participativo Vecinal Latinomericano.


También advierte que "estamos llegando a una etapa de desensibilización en la cual la imposición de dolor y sufrimiento se ha vuelto una fuente de diversión, placer vicario en lugar de repulsión. Estamos aprendiendo a matar, y estamos aprendiendo a disfrutarlo." Da miedo.

Consecuentemente, existe un peligro potencial con una generación acondicionada a la violencia. Esta nueva generación posee un cerebro tan atiborrado de violencia que el día que a estos les falte comida y se desesperen se soltará un verdadero pandemonium en la Tierra.

Estamos en pleno siglo XXI y aún nos comportamos como hace 6.000 años o más antes, cuando el Australopithecus africanus pudo blandir un primera arma. 

Desde que se alzó para sobrevivir en las sabanas, la historia de la humanidad (=ecovampiridad) es negra y sangrienta. Y no parece que vaya a cambiar en el futuro.

                                         Referencias

Grossman, Dave Lt. Col. (1996). On killing: The psychological cost of learning to kill in war and society. Black Bay Books, New York. 366 p. Available here: Click here.

Marcovtiz, Hal (2011). Are video games harmful? Referencepoint Press, California. 91 p.

Office of the Deputy Prime Minister (2004). The impact of overcrowding on health & education: A review of evidence and literature: Available at: Click here.

Ramsden, Edmund & Jon Adams (2008). Escaping the laboratory: The rodent experiments of John B. Calhoun & their cultural influence. Available at: Click here.

Rigby, Scott & Richard M. Ryan (2011). Glued to games. How video games draw us in and hold us spellbound. Greenwood Publishing Group, California. 186 p.

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