Por Henri Cagnengues
19 de julio de 2012
Lo que menos se esperaban ocurrió. El simio desnudo en su afán de fabricar armamento biológico para matar más rápido a sus hermanos terrícolas, acabó diseñando un arma muy poderosa: un virus capaz de transformar el ADN y así el cuerpo de los enemigos (VTAE = Virus Transformador de ADN del Enemigo).
Esta nueva arma biotecnológica había sido fabricada hibridizando el ADN de tres especies: virus Mason-Pfizer de mono (Retroviridae: Betaretrovirus MPMV), dos mamíferos, humanos o simios desnudos (Hominidae: Homo insapiens, también conocido como Homo sapiens, Macropsichos megabiocidus) y ganado vacuno (Artiodactyla: Bos taurus).
Como es de esperarse, hay idiotas para todos los gustos. Un día el ejercito transportaba un camión lleno de VTAEs del laboratorio al aeropuerto militar. El vehículo era conducido por uno de los soldados más pisones (fornicadores) de las fuerzas armadas. Noqueo Pampedo se llamaba el sátiro de las vaginas.
En el trayecto hacia el aeropuerto Noqueo que estaba tratando de noquear a su copiloto, Marciana Tortalimpia, una fémina tan bella que noqueaba a los machos del cuartel, se le fue la pata. En lugar de frenar metió el acelerador de tal manera que su armatoste metálico hundió la nariz en una pared de una paridera a orillas de un campo, donde había un numeroso hato pacífico de ganado vacuno.
El accidente sucedió en la boca del pueblo de Violencín, renombrado por ser la gente muy entusiasta a la fiesta nacional y de otros quehaceres nada decentes, es decir trapichear con sustancias revienta-cerebros para rápido enriquecimiento bancario, y adoraban acuchillar a los inocentes, además de excitarse orgasmicamente lanzando saetas y zampando dagas en la carne ajena, en cualquier animal que atravesara su camino. Tenían fama incluso de caníbales.
Todos los violencinianos tenían mala leche. Eran muy crueles, violentos y sanguinarios. Esta gentuza era el terror de los animales, especialmente las aves de corral y los mamíferos domésticos. Pero también la gente de otros poblados defecaban sus calzones de miedo al verles.
Del impacto del camión militar se rompieron un par de botellas que contenían VTAEs. Siendo estos virus volátiles rápidamente contaminaron el aire de la ciudad. Y sucedió una cosa muy extraña.
Tanto el ganado como la gente cayeron todos desmayados al suelo. Se les escapó la mierda al dar contra el suelo y comenzaron a temblar como a 50 grados en la escala de Richter. Los virus ya estaban haciendo su trabajo. Como buenos arquitectos, ingenieros, carpinteros y electricistas estaban ocupadísimos cambiando el ADN de los homínidos y los vacunos. Pronto saldrían todos transformados.
Cesaron los terremotos corporales después de un buen rato y aquellos que habían sido humanos se levantaron convertidos en toros o vacas y con el ganado sucedió al revés, los toros y las vacas se convirtieron en hombres o mujeres, casi perfectos excepto una cosa.
Los toros y vacas ya transformados en hombres y mujeres lucían retazos de toro en su nueva anatomía de gente. Los hombres al menos ahora estaban mejor dotados y ya no se quejaban tanto del tamaño de su órgano sexual, y las vacas ya convertidas en hermosas mujeres presentaban ocho enormes pezones en el pecho.
En fin, todo en estos nuevos toros y vacas transformados en gente era humano excepto aquello que maneja al mundo. Las posibilidades en cuestiones económicas, de moda, de Cupido.... eran indudablemente tremendas. Incluso hubo alguien que ya estaba planeando abrir una nueva bolsa de valores.
Por supuesto todo dependía del contagio de los VTAEs a otras poblaciones y nadie sabía lo que ocurriría. ¿Acabaría la Tierra como en el ficticio mundo de Xanth?
No salieron tan mal las cosas después de todo para los nuevos transformers en forma de humanos. La crisis económica dio paso a un nuevo negocio redondo para los diseñadores y comerciantes. El resultado del accidente de Noqueo Pampedo era digno de una saga de Spielberg.
Pero cosa extraña. El ganado ahora convertido en gente (Pseudobos hominensis) resultó ser aún más violento. Estaban bravos y sedientos de sangre. Dispusieron armar una corrida de toros para aplacar su sed de sangre. Sus planes eran darle muerte a cuantos toros pudieran.
Se fueron al campo y el primer toro que atraparon fue a Noqueo Pampedo ya convertido en cuadrúpedo (Pseudohomo taurensis). Luego cogieron a sus compañeros del pastizal. Se los llevaron a todos para la maldita plaza de toros.
Y comienza la horrible masacre. Los asesinos toreros (Pseudobos hominensis) se pusieron manos a la obra, cuidando de no cortar su colgajo genital taurino excitado por la matanza.
Sangre chisgueteaba y salpicaba de aquí y para allá. Sangre de arriba para abajo. Se había armado un Vietnam de bestia. Y había mucha bulla, risa salivosa y muchos ensordecedores gritos de hombres y mujeres pidiendo penes de toros al torero.
Al final de toda la carnicería sólo quedó un montón de sacos de huevos y pitos de toros que antes habían sido gente.
Y todos volvieron a casa con su ego sádico satisfecho. Lo que ocurrió después por la noche sólo ellos lo saben. Aunque cuentan las malas lenguas que a la hora de la hora del dulce de alcoba las cosas no salieron del todo bien.
Pero a la vista, hoy las cosas en el tétrico pueblo siguen igual. Continúan blanqueando plata derivada de sustancias ilegales y las gallinas y patos, incluso los corderos, los caballos y los cerdos, viven en un infierno, una mazmorra bajo el yugo de los sádicos Pseudobos hominensis.
Y el espectáculo de sangre no falta. Diariamente los violencinianos matan toros y descuartizan vacas. Y en la plaza de toros todos claman por su pene.
El órgano de Noqueo Pampedo, quien una vez fuera humano, cuelga de la lámpara de la sala de Geogiana Simpelos. Y ella dice que el trozo de genital le recuerda el de Noqueo. ¿Por qué será?
Se cumplió la profecía de Rótula Buonachona, a quien llamaban "la maletina", que había dicho que algún día los toros se vengarían de la cruel gente del poblado. Rótula había sido la mejor pitonisa del pueblo, la única un poco buena del maldito pueblo.
Cada corrida de toros acababa en un saco lleno de penes, los órganos de aquellos que una vez fueron hombres sádicos del diabólico pueblo de Violencín, antes de que ocurriera el derrame de los VTAEs.
Una a una cada corrida de toros era un sacrificio a Príapo. La venganza de los toros por fin había llegado. Dicen que algunos se los devoraban asados...
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