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viernes, 25 de abril de 2014

TOROS Y TOREROS TRANSGENICOS: CAMINOS ATRAVESADOS DE INCIPIENTES ALIENIGENAS


Por Gundhramns Hammer & Salvatore Scimino.
25 de abril de 2014
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          ADVERTENCIA: NO APTO PARA HUMANOS O ALIENIGENAS DELICADOS.


Todos los espectadores y la tauromafia en el palco estaban pendientes de la entrada del matador, pues según los bombos y platillos de la prensa, adicta a pícaras estrategias para vender más sus periódicos procedentes de cultivos forestales blanqueadores insostenibles, era el mejor para matar, torturar y desguabilar las entrañas de los pobres toros en la plaza.

Era una mañana del día 18 de agosto de 2078. La multidud estaba loca de ansiedad por la corrida. Pero había algo en el aire que era diferente. Las moscas que por allí revoloteaban de alguna manera desconocida ya sabían lo que ocurriría en la corrida.

  • !Viva, Morenito!!, !Viva, Morenito!!, gritaba la gente alocada y zombie, cuyos culos estaban inquietos no sólo por la tensión de la espera del payaso que saldría apelmazado vistiendo su traje afeminado sino también porque de esa manera disimulaban el terrible dolor de las almorranas que estaban alteradas por el calor y por la presión de los gritos.

Hay caminos y hay caminos y algunos caminos no son caminos para la gran mayoría de gente con glándulas amígdalas inflexibles e anquilosadas y gónadas insosteniblemente alteradas.

Crecer y avanzar espiritualmente no es cosa preferida por aquellos que son adictos a la maquinaria básica de los jugos genitales o dados a perseguir el dinero a toda costa para acumularlo para sentirse seguro de que la muerte nunca vendrá a llamar a sus puertas.

Los años habían pasado en España pero miles y miles de sus habitantes se habían aferrado a sus prácticas culturales salpicadas de sangre por temor a que les descubrieran que, para estas alturas, en pleno 2078, había ocurrido un gran atravesamiento de los gustos de abajo. 

La apariencia del matón callejero tan codiciada era una manera de ahuyentar las atracciones a los polos opuestos por los caminos atravesados. 

Por lo tanto, los toros aún eran sometidos a sangrientos holocaustos en las corridas que causaban una corrida de adrenalina y tremendos flujos hacia las velocidades de retroceso.

Los atravesamientos, la guerra al revés, en las alcobas, las furgonetas o los matorrales eran achacadas a los alimentos transgénicos y al excesivo consumo de animales quiméricos creados en las grandes fábricas de ingeniería genética.

Allá por el año 2012, España había sido la única nación de la Unión Europea que cultivaba los transgénicos a una escala brutal. 

Los animales consumían piensos fabricados con materia prima 100% transgénica. Y ya no se diga la gente (Video 1). Los animales y plantas no transgénicos eran asunto para adornar los museos.


                                          Video 1. Semillas esclavas (transgénicos).



Así, no era nada extraño que España había tomado la delantera, cosa de la que se enorgullecían inmensamente, en Europa en cuanto al proceso de transformación en aliens en su propio patio. 

La gente en esos tiempos avanzados pero reculados, de gente robotizada y transgenizada, más bien era gente con poco aspecto de gente, pues si antes eran sólo incipientes alienígenas, ya para el año 2078, debido a sus alimentos transgénicos, los "humanos" de la desertizada Península Ibérica se habían transformado en aliens, lo suficientemente exóticos como para asustar de muerte a los Grises (Fig. 1). 


Figura 1. Humanos alienizados por los transgénicos. Fuente: Comicrítico.


Como era de esperar, los anti-taurinos, esas personas capaces de proyectar su empatía de una manera trans-específica, estaban presentes armando un Vietnam de protesta fuera del recinto del futuro "sacrificio" bestial. Sus esfuerzos por despertar a los dormidos eran dignos de admiración.

La próxima matanza se suponía sería un buen sacrificio a los demonios, pues la gente se había distanciado totalmente de sus raíces cristianas y convertido abrumadoramente en satanistas. Entre ellos había muchos caníbales.

Era su manera de protestar contra las cadenas invisibles que los tenían atrapados de los bultos atrofiados que yacían debajo de sus cinturas. 

Finalmente llegó el tan ansiado momento. Apareció Morenito vistiendo un apretado ajuar de colores chillones que no había podido esconder su figura de lagarto. 

Curiosamente no se puso a torturar al toro con sus instrumentos de inquisición de la manera usual. 

Hacía todo lo contrario. Morenito danzaba frenéticamente en el centro de la plaza de toros y de vez e cuando daba la vuelta exponiendo su trasero al toro como si le estuviese pidiendo ser clavado en el canal de desecho del jamón transgénico que siempre adornaba la mesa de este matador genéticamente modificado.

Y sucede que en unas de esas vueltas, por fin el toro transgénico entendió el mensaje, tal vez porque el animal tenía genes humanos en su ADN. 

El toro corrió repentinamente de una manera extraña cruzando las patas como si llevase zapatos de tacones en lugar de pezuñas, y se las arregló rápidamente para clavar fulminantemente uno de sus cuernos en el culo del matador amante de los caminos atravesados. 

La masa de espectadores allí presentes se alzaron de sus asientos y vitorearon como si a cada uno de ellos se lo habían zampado. 

Algunos incluso se miraron su propio trasero para ver si en realidad había sucedido, cosa que los ponía fuera de esta dimensión por alguna extraña razón.

Otros mojaron sus paquetes básicos por delante y atrás, derramando jugos transgénicos que hicieron la delicia de las moscas que poblaban la plaza, pues estos abundantes dípteros, según una investigación reciente, preferían los gases intestinales de procedencia transgénica a los normales. La podredumbre del aire en la plaza las volvía impacientes.

La rutina del clavado en la autovía trasera continuó toda la tarde. Nadie se quejó. Todo lo contrario, estaban perversamente encantados. Para entonces, Morenito ya no era morenito sino un lagarto moradito.

Moradito Morenito fue empalado repetidas veces por el toro donde más le dolía, pero aún así insistía y alegaba que él era muy macho. Aunque confesaba que las avispas y las cucarachas le producían un terrible pánico.

Un reportero de TV que parecía un monstruo sacado de la primera película Alien, se acercó al moraditamente Morenito al final de la faena transgénica y de manera alteradamente atravesada le preguntó:

  • Dinos, Morenito, ¿ha valido la pena este día tu corrida?

El pobre morado y machacado Morenito contestó:

  • La verdad que estoy exhausto. Ya no podré hacer ninguna corrida por muchos días. Pero saldré abarrotado de dinero y satisfecho de que mi corrida ha servido de corrida para muchos de los espectadores.

Y el moradito Morenito, aún excitado y derramando mierda por su autopista de salida ya no tan privada, añadió:

  • ¡No hay nada mejor que una corrida en pleno verano para que se me hinchen y revienten las venas. Y a la gente le gusta oler el olor de mi sangre!

Un poco después de la entrevista de Morenito, para complacer a la gente, unos jinetes con lanzas sacadas de Don Quijote de la Mancha montando corceles transgénicos  se encargarían de despachar al desgraciado toro. 

Pero la chusma se opuso, alegando que les excitaba ver la mierda clavada en los cuernos del toro. 

Al día siguiente, los periódicos llenaron las portadas alabando el espectáculo atravesado. Decían que nunca había habido semejante corrida.

Las moscas allí reunidas y que disfrutaban de la mierda transgénica, estaban totalmente de acuerdo.

Para ellas no había nada mejor que una corrida atravesada de humanos alienizados, repletos de mierda transgénica.

Unos perros ladraron en la distancia, pareciese que protestando porque no habían sido invitados al festín transgénico desarrollado en la plaza.

Son las cosas de las corridas de ciertas corridas que corren cuando se presentan corridas que seguramente harán correr a los que gustan de las corridas en plena corrida de un experto en corridas en las corridas de sus corridas.

Dicen que por allí en la plaza andaba un psicólogo recogiendo material para su tesis doctoral. Y lo que presenció lo convenció de que su primera hipótesis de su estudio del comportamiento de las masas de gente y toreros alterados genéticamente estaba correcta.

¿Cuál sería esa hipótesis?

Sólo él lo sabía.

Una mosca harta y a punto de reventar por el festín de la corrida dio una vuelta en el aire y posó sobre el sombrero del individuo si es que se le podía llamar individuo al psicólogo.

El insecto se estaba limpiando sus patas de la mierda transgénica y seguramente estaría atento a la próxima corrida para catar los jugos intestinales derramados.

El estudioso no se enteró de nada. 

En su despiste, quien sabe si estaba equivocado en su visión sin visión. 

Las cosas son lo que son pero a los ojos del hombre son lo que él cree que son. Y cambiar estas dimensiones lleva su tiempo.

El hombre es demasiado duro de mollera.  Para lo que debería tener mollera, no tiene mollera. Y para lo que no la necesita, emplea toda su mollera.

Así es el Homo insapiens. Corto e inmenso. Pero con una preponderancia del primero.

Es un bicho que le presta más atención a lo corto. De esta manera, poco a poco está matando y quedándose sin lo inmenso que lo rodea y sustenta en la Tierra.  

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