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lunes, 27 de febrero de 2012

EL CAPITAN PAUL WATSON Y SU CAMPAÑA PARA COMBATIR LA TRATA DE DELFINES EN TAIJI, JAPON

Por Salvatore Scimino
27 de febrero de 2012

Homo economicus, el peor depredador en la historia del Universo, ha invadido cada rincón del Planeta Azul y donde llega siempre está buscando la manera de sacar un duro. Y a mayor sufrimiento mayor ganancia. Esa es una fórmula histórica.

Cada año miles de delfines son atrapados en corrales en Japón. Unos cuantos son destinados a los acuarios asiáticos (China, Taiwán, República de Corea, Filipinas, Palau, etc.) para divertir masas de aburridos. Familias de delfines, seres inteligentes y altamente sociales, son separadas para la trata o esclavidud.

Pero la mayoría de delfines perecen asesinados y troceados para la venta en los supermercados (Fig. 1) hasta llegar al plato de los caprichosos por lo exótico (Fig. 2).


Figura 1. Carne de delfín de venta en un supermercado japonés. Fuente: Albumes web de Picasa.



   Figura 2. Un sashimi de delfín. Fuente: digitaljournal.com


Los Guardianes de la Cala liderados por el capitán Paul Watson (www.seashepherd.org) han montado una campaña para proteger y delatar la trata y comercio de la carne de los delfines de Taiji, un pueblo en la Prefectura de Wakayama, en la parte sur-central de Honshu, Japón (Fig. 2).


Figura 2. Taiji, Prefectura de Wakayama, Japón. Fuente: Wikipedia.


En esta ocasión el capitán Watson nos informa (Video 1) sobre sus estrategias para velar por los derechos de estos seres acuáticos que merecen el status de personas:


Video 1. La campaña de defensa de los delfines de Taiji (en inglés con subtítulos en español).




El comercio de los ejemplares vivos y de la carne de los "humanos del océano" (los delfines) son una muestra de la codicia del Homo "sapiens".

Se supone que los japoneses que trapichean con el sufrimiento de los delfines lo hacen para mantener a su familia. Bueno, al menos esa es la excusa.

Pero la verdad es que el dinero que consiguen los nipones sirve para una evacuación en el váter después de una comilona de carne de delfín en algún restaurante de lujo o un gemido acompañado de un chisguetazo de semen en la cama. Así se puede resumir el horrible drama de los delfines.


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