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domingo, 2 de diciembre de 2012

VIDA COTIDIANA DE LOS PANAMEÑOS: ¿DE QUIEN ES ESTA VAINA?

Fuente: El Siglo


Una prendita masculina que apareció alrededor de la tinaquera del barrio prendió la alarma de Elianeth, quien luego descubrió que era de su marido, al que delató ante el esposo injuriado
 

07/10/2012 — A unque era lunes en la mañana, día y hora en que la gente va apuradita, todos los peatones se detenían a mirar el hallazgo encontrado en el basural formado en torno a la tinaquera comunal. Los autos particulares, selectivos, colectivos y piratas, en un máximo alarde de exhibición de las manías de los panameños, habían detenido su marcha para que los ocupantes bajarán a ver qué ocurría.

Las carcajadas de algunos, contrarias a las muestras de desilusión de quienes querían ver a un hombre descabezado o desmembrado, se oyeron por doquier cuando una vieja del grupo mostró una prenda íntima masculina, que era el motivo de la congregación de la gente alrededor del basurero.

Enseguida empezaron las conjeturas sobre la identidad del dueño del calzoncillo.

El dueño de esa vaina es de por aquí, y de seguro que estaba en una cama con una guial que tiene dueño, dijo uno. Pero otro le cayó la boca con el argumento de que muchos carros venían en la noche a dejar las bolsas de basura allí. Jonás intervino diciendo que ‘la verdad es que mi mujer no tiene nada que ver en esto, porque yo le doy mantenimiento diario’.

‘Esas son las que más queman’, le gritó otra desocupada, por lo que el hombre se viró y para no quedarse jodido le dijo, ¡vieja fea!

La doñita se quedó despotricando en contra de Jonás. Luego recogió la prenda. La estiró y la colgó sobre la tinaquera con un letrerito: ¿De quién es esta vaina?

Fue justo cuando venía Elianeth, la más sufrida del barrio, se decía que el marido había sido amenazado de muerte por mancillar las camas ajenas. Varios de los que aún quedaban observando el hallazgo la llamaron.

‘Veci, de quién será este calzoncillo’, le preguntaban con maldad satánica.

‘De mi marido no es, dijo Elianeth, porque él siempre anda con las pelotas al aire, él no usa esa vaina.

Y se fue a su casa, donde corrió a la gaveta y contó las prendas de su macho. Sabía perfectamente que solo tenía 7 calzoncillos. Había 3 en el cajón, 2 en la canasta de la ropa sucia, 1 que cargaría puesto. Falta uno, se dijo y llamó a la suegra, quien enseguida dijo que allá de su hijo solo había una gorra. Fíjese bien, doña Queta. Busque bien que Pacho estuvo allá a dormir hace unos días.

La vieja se quedó callada y luego dijo: No hay nada, y cerró.

Apenas Pacho llegó, notó la cara de concreto de su mujer.

Y ahora qué coño pasa, preguntó.

Pasa que dejaste un calzoncillo en la casa de tu amante y ella lo tiró a la basura. Los perros lo sacaron y todo el mundo lo vio.

No sé de qué carajo hablas, dijo Pacho, pero ya Elianeth iba loma arriba a la casa del hombre que dijo que él sí le daba mantenimiento a su mujer.

Tengo que hablar con usted ya. Su mujer lo quema con mi marido, le dijo así a rajatabla al hombre, quien no contestó nada, pero en dos zancadas llegó a la casa de Pacho, quien, fresco y caradura acostumbrado a su indefensa mujer, estaba en toalla, dispuesto a darse un baño refrescante.

El del mantenimiento no dijo nada, transformó cada insulto en puño y rápido lo puso en desventaja. Elianeth miraba indiferente la sangre que brotaba de la cara de Pacho. No hizo nada por defenderlo. Fue ’Sultán’, el perro, el que tras mucho forcejear logró zafarse y fue en ayuda de su dueño clavándole con saña los dientes en el trasero del otro.

Solo dos mordiscos en las sentaderas necesitó ’Sultán’ para liberar a su dueño. Mientras en la casa, Pacho pedía perdón, el hombre cornudo corría hacia su hogar con el trasero sangrante.

Elianeth salió más tarde con una bolsa de ropa, indiferente a que Pacho, con el rostro amoratado, estaba en una esquina, acompañado solo de ’Sultán’.

MORALEJA: A ESAS PRENDAS COMPROMETEDORAS HAY QUE METERLES CANDELA ENSEGUIDA.

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