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lunes, 2 de julio de 2012

LA LECCION DEL DIA: NO ACUMULAR

Por Henri Cagnengues
2 de julio de 2012


          Homo habilis (Synapsida, Therapsida, Mammaliaformes, Primates). Fuente: Google images.


La banda de primates bípedos llevaba todo el día intentando pillar algún león desprevenido para asustarle y quitarle la carroña. Las hembras no habían tenido suerte encontrando ningún fruto o semilla y los machos, los más dados a la holgazanería, tampoco habían cazado nada. Los infantes colgados de la melenas de las madres en las espaldas gruñían y lloraban. Todos estaban hambrientos.

Las lluvias que pondrían fin a la temporada seca aún estaban lejos; si es que llegaban, pues ya hacía varios años que caía poca lluvia. Estamos en las sabanas africanas hace más de un millón de años, en pleno Pleistoceno.

De repente las situación cambió, al haberse dirigido a las cercanías del lago Baringo, uno de los lagos septentrionales de la actual Kenia, el oriente de Africa.

                            Lago Baringo, Kenia. Fuente: wikimedia.org


Una de las hembras de la banda de primitivos simios bípedos descubrió unos nidos de flamenco a orillas del lago y todos gritaron de alegría. Por fin iban a comer algo. 

Y no perdieron tiempo, asustaron a los dueños de los nidos, incluso intentaron atraparlos, y saquearon sistemáticamente cada nido. Muchos de los huevos que encontraron fueron devorados in situ pero la mayoría se los llevaron en un primitivo bolsón de piel de hiena. 

Era un bicho que se las ingeniaba con uno que otro invento, todo a base de muchos años de observación de los animales por el camino. Más tarde sus descendientes (Homo sapiens) se convertirían en grandes imitadores, aunque malos, de su madre que lo había mal parido, siendo esta especie un aborto de la naturaleza.

Ya desde el principio este simio era un ladrón que se sabía aprovechar del trabajo de los demás. La moral no interfería en cuestiones de su grupo, cosa que llegaría miles de años más tarde, y aún cuando llegase, entre sus descendientes predominarían los rufianes y ladrones de nidos. No necesitamos dar ejemplos pues todos sabemos quienes son en la actualidad. 

La banda de simios peludos era como una manada de mofetas, serían como unos 30, bastante hediondos pues siempre llevaban mierda pegada en las nalgas, lo que les venía bien para espantar a sus enemigos depredadores, por lo que si encontraban un león al cual robarle su presa aún nos preguntamos si el félido se largaba de miedo de estas bestias bípedas gritonas, o lo hacían porque no aguantaban el tufo. Más bien los leones no aguantaban el olor a mierda del culo de los simios ladrones.

Siguieron por el camino esta vez gritando mucho, asustando a los animales, aporreando la vegetación, y se fueron a descansar un rato, a pasar lo peor del sol del mediodía, bajo una acacia, para continuar con la faena de comer más huevos robados.

Los machos subordinados, aquellos que ya habían sufrido la crueldad de la mano de los dominantes, nerviosos protestaron porque sólo los matones se devoraban los huevos que todos habían acarreado, a riesgo de su propio pellejo por ir cuidando el botín del pillaje. 

Su protesta no pasó inadvertida, surtió efecto ya que los maltratados estaban unidos y juntos podía ser peligrosos para la cúpula de jefes. Bueno, al menos eso les parecía a los machos prepotentes. Cosa que sigue igual en el presente, la masa aún no se emancipa de los sinvergüenzas ladrones en las altas esferas de una sociedad moderna enferma, sin rumbo.

Mientras eso ocurría, amparadas por la bulla, una pareja aprovechó para acercarse a los más viejos de la banda para compartir unos huevos. Se notaba que la naturaleza en su constante innovación no había descuidado de poner un aliciente a la especie en evolución. Es así como en pleno siglo XXI encontramos gente que de verdad cultiva en su huerto la planta de la bondad. Una buena dirección a seguir.

Al final todos comieron huevos y se echaron a dormir bajo la sombra mientras un par de machos encaramados en el árbol vigilaba los alrededores por algún enemigo. 

Hubo algunos, los privilegiados en la jerarquía, que antes de echarse a dormir, buscaron hembras vencidas de cansancio y se acoplaron con ellas a la fuerza, no sin protestar las hembras, cosa que les excitaba más aún a ellos. De aquí partiría la semilla de la plaga de violadores y molestadores de niños que azotaría a la sociedad de sus descendientes hoy en día.

El hombre moderno sigue igual de ladrón, saqueador, violador y sinvergüenza, entre otras cosas nada respetables; a excepción de aquellos que llevan el aliciente. Roba a los demás, congéneres o no. Es cierto que no todos roban, pero al final todos comen de lo robado por unos pocos ladrones. Tenemos un buen ejemplo, el robo de unos para los demás, el petróleo.

Otros primates nos parece que hacen lo mismo; aún no los entendemos, pues somos muy miopes y sordos. Con la excepción de que ellos son prácticos, muy bien adaptados y colaboran en el mantenimiento del rompecabezas biosférico de la Tierra, mientras que nosotros desarmamos todo lo que nos rodea para ahogarnos en un océano de cosas inútiles (Video 1). Y no somos felices. Somos incapaces de capturar el presente, de atrapar el momento. Se nos escapa de las manos...



     Video 1. Papiones amarillos (Papio cynocephalus) en plena faena de gratis para todos.


Y si eres uno de esos Homo sapiens del Holoceno dedicado a acumular dinero, ropa, zapatos, mujeres, vehículos, aviones, yates, trofeos, cucharas, platos, fotos, etc., etc., y para colmo de males un ladrón del sudor de los demás, no deberías de preocuparte tanto porque cuando te mueras no te podrás llevar nada, excepto los trapos que tus seres queridos, si los tienes y son cariñosos y cuentan con recursos para comprarlos, te pondrán; un ajuar que junto con tu cuerpo sin vida servirá para los microbios del suelo, cosa que nos espera a todos nosotros los seres mortales. Nos guste o no nos guste, todos vamos rumbo al cementerio. 

El planeta es de las bacterias y en sus manos acabamos, podridos y descompuestos en los elementos que una vez se unieron para darnos vida. Fin de un ciclo. El misterio de la vida...

La lección del día es que no vale la pena acumular, bajo ningún propósito ni excusa, mucho menos por aquello de la seguridad. En esta vida nada es seguro, excepto la muerte. 

Sí vale la pena, en el transcurso de la vida, alimentar el buen aliciente, la vena que nos acerca amorosamente a los demás seres sobre el planeta. 

Para muchos el valor de las cosas pequeñas que la vida nos depara sólo las miden cuando ya están a punto de emprender el Viaje de No Retorno. No obstante, otros abandonan el Valle de Lágrimas sin haberse enterado de nada, y muchas veces enfadados. 


¿Por qué no comenzar ahora mismo en este mismo instante? A lo largo de tu camino tendrás muchas oportunidades para ponerlo en práctica. ¿Las vas a dejar escapar? La opción es tuya, nada más que tuya. 

Los papiones amarillos (Papio cynocephalus), en nuestro caso, aunque cualquier ser vivo es un maestro, nos enseñan y nos dan buenas lecciones: No necesitamos tantas cosas para vivir. 


Eso es si aún vamos por el camino despiertos en observación.   


 
El maestro Diente de León (Taraxacum officinale). Mucha gente le odia y él continúa irradiando belleza y soltando oxígeno para beneficio de todos. Cortesía de Milagros S. Trullén.

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