Lunes 7 de noviembre, 2016
Sobre la Batida de Caza Mayor de ayer en la Selba de Allué
Impresiones traumáticas,
soluciones inclusivas
Me llamo Selva, que en mi tierra
de escribe con “b” y significa bosque. Vivo en Allué, un pueblo que
estamos repoblando tres grupos familiares.
Nosotros acabamos de llegar como
quien dice, como también la electricidad y el agua corriente. Las otras dos
familias llevan 13 años desde que iniciaron la reconstrucción de sus casas. El
día que estamos todos, somos siete habitantes.
Los que vivimos en Allué, y los que
tienen casas para su tiempo de vacaciones coincidimos en nuestro amor por
la naturaleza, la paz y la vida sana.
Mi profesión y pasión es el
acompañamiento para la salud. Como médico de familia o de atención continuada
en los valles del Pirineo de Huesca, como profesora de yoga y meditación,
como chef vegetariana, como guía de retiros y ayunos, como masajista ayurveda y
como especialista en fertilidad natural y consciente. Salud, bienestar,
vida, naturaleza y coexistencia, son los principios que mueven mis días.
Hemos venido a Allué, y estamos
creando Casa Vera, una casa para retiros de bienestar en la naturaleza y
actividades que nutren la energía vital. Reconstruimos cada rincón de esta casa de
piedra, con más de 200 años, resguardados por el precioso bosque de pino, carrasca
y roble de los montes que nos rodean, la Selba de Allué. En el valle del Basa, al
frente, nos saluda el sagrado monte Oturia, con sus ermitas enclavadas en la roca y
cascadas. Estamos en el Serrablo, privilegiada me siento de honrar esta región
repoblándola y trayendo de nuevo vida a la entrada de los Pirineos Oscenses.
La Selba de Allué es extensa,
puedes caminar horas y días, sin encontrarte con nadie. Se tardan unas cuatro
horas a paso ligero en alcanzar Artosilla, pueblo repoblado de la Guarguera, el
valle sur adyacente.
Amamos el bosque, caminamos cada
día en su perenne silencio; escuchamos sus riachuelos, sus aves, el
chuchicheo de las hojas al bailar con la brisa; nos renueva como la mejor medicina
que puede existir; nos bañamos en su gozo al volver la lluvia tras esta larga
sequía; recolectamos plantas medicinales; jugamos al escondite con los corzos;
meditamos, abrimos nuestro corazón y respiramos con los árboles siendo uno con ellos,
desde sus raíces más profundas hasta el cielo de su copa. El bosque es medicina para
el alma. Atrae la calma mental. Revive el cuerpo físico. Despierta la creatividad,
la inocencia, las ganas de jugar, de reír, de abrazar, de Ser.
Ayer el bosque fue tomado por el
estruendo de los cazadores. Nosotros ya estábamos dentro de sus
contraluces matutinos cuando percibimos los primeros disparos. El invierno trae la
temporada de caza al medio rural. Dicen que hay demasiados jabalíes y que hay que
matarlos porque no hay depredador natural y son un peligro para los humanos y
los coches en las carreteras. También dicen que hay que matar corzos y ciervos, y
otros muchos de los seres que habitan sin maldad los montes. Se mataron los lobos
tiempo atrás para criar las ovejas que luego alguien matará a cambio de
dinero. Sin lobos cazar pasó de ser una ancestral técnica de supervivencia a un
deporte social.
Qué supone que el bosque de mi pueblo sea tomado por los
cazadores:
- El sonido escalofriante de los
disparos de las escopetas o sus armas de fuego, se oyen cerca y resonando por el
valle.
- El pertubador griterío de los
cazadores llamándose entre ellos y a sus perros.
- El también pertubador griterío
cuando quieren asustar a sus presas.
- El aullido de los perros
agitados, excitados y a veces desesperados, olvidados y perdidos en el bosque durante
días tras las batidas.
- El estremecedor llanto de dolor
del animal abatido.
- El pueblo y sus caminos quedan
minados por heces de los perros.
- La imagen aterradora de
personas con sus brillantes armas al hombro caminando alrededor de mi casa.
- Los restos de casquillos que
dejan tras sus huellas en los caminos.
- Y entre éstas experiencias la
más traumática es cuando todo parece acabar y la patrulla vuelve con sus
presas, arrastrando los cuerpos ensangrentados de los animales por el camino, el pueblo
y la puerta de mi casa. Ayer arrastraban dos jabalíes asesinados, que eran
jóvenes pero sin un hilo de vida. En el huerto estaba yo, y por enésima vez durante el
día rompí a llorar, sintiéndome desubicada, mi humanidad incapaz de integrar lo
que otros humanos hacían para ser felices.
- Ayer, en un bosque de la
Jacetania, comarca vecina, un cazador mató a uno de sus compañeros. Le disparó y
su vida acabó ahí. Como la de los jabalíes. El coto que vienen a batir desde
que empezó la temporada es propiedad privada, rodea al pueblo hasta
que empieza el coto del ayuntamiento de Sabiñánigo. El coto público está
alejado y sólo se dan permisos dos veces al año para batirlo, lo que al parecer
no es suficiente frecuente para resarcir los ímpetus de los cazadores de usar armas de
fuego contra seres vivos del reino animal. Para el coto privado tienen licencia
constante durante la temporada de caza.
Ayer se dedicaron a batir la zona
inmediatamente lindante con el pueblo. La sociedad de cazadores que viene a
depredar a los habitantes del bosque paga al propietario particular para
alquilar los derechos cinegéticos del coto. Por tanto, otra de las consecuencias es que
alguien gana dinero. También porque los cazadores han de pagar su tasa de
federación anual a los organismos públicos Forestales del Gobierno de
Aragón.
Más allá del negocio lucrativo
que el deporte de la caza pueda generar, y de la propia contradicción entre los
términos “deporte” y “caza”, me quiero centrar en crear y acceder a una forma
sostenible de disfrutar del bosque, de la Selba de Allué. Encontrar la vía en que
las repercusiones de nuestras intervenciones y de sus intervenciones en el hábitat del
bosque no incurran en el abuso sobre la integridad física, psíquica o emocional de
otro ser humano.
Los habitantes de Allué tenemos
nuestras vida personal y familiar centrada en los hogares que estamos creando.
El bienestar cotidiano del estilo de vida que llevamos es evidente y fácil de
comprender por cualquier persona del medio rural o urbano. Nos gusta la naturaleza,
la paz y la buena vecindad. Hemos comprado y levantado casas deshabitadas,
reconstruido los caminos, y sobre todo los que llevan más años han conseguido que
tengamos una pista de acceso, luz y hasta calles.
Cuando los cazadores llegan y
aparcan en el pueblo, ellos y sus perros adiestrados se benefician del pueblo. Cuando
llegan y ponen a la entrada del pueblo un cartel de “Peligro. Batida de Caza Mayor”,
no son conscientes de que nosotros ya estamos dentro del pueblo o más
peligroso aún, dentro del bosque y nunca leeremos su cartel a no ser que
salgamos del pueblo. A Allué se accede por una pista sin asfaltar desde la
carretera general y a continuación está el bosque. Entre el cartel y los disparos nos
quedamos nosotros, los seres humanos, adultos y niños, y los animales que viven con
nosotros en Allué. Expuestos a sus armas, berreos y a los desechos que dejan a su paso.
Expuesta queda nuestra vida, nuestra seguridad, nuestros oídos, nuestras ganas de
descansar y nuestra estabilidad psico-emocional.
Cómo sería tolerable para los habitantes de Allué compartir el
bosquecon los cazadores:
- Sabiendo con semanas de antelación las fechas
y zonas previstas para sus batidas y acordando mutuamente si la fecha concreta no repercute negativamente en la vida de los habitantes lícitos del
pueblo de Allué. Por ejemplo, si el domingo
pasado, al encontrarnos por sorpresa dentro de la zona de batida,
hubiéramos tenido como invitada a una compañera embarazada le hubiéramos tenido
que pedir que se fuera ante el potencial riesgo de aborto o parto prematuro que
los ruidos aterrorizadores. Por suerte ayer no vino a visitarnos. Otro supuesto:
si hubiera coincidido una batida con la boda que celebraron hace unas semanas
nuestros vecinos con el Alcalde de Sabiñánigo en la abadía de la Iglesia de
Allué hubiera sido el recuerdo más desagradable de su historia de amor.
- Accediendo al bosque desde la pista interna
que transcurre dentro del bosque, la que se inicia en Yebra de Basa y sigue hacia
la Guarguera. Por ahí los cazadores podrían entrar
al bosque con sus múltiples vehículos. Desde ahí podrían
caminar hasta la zona de batida acordada mutuamente con semanas de
antelación. Se conseguiría evitar: que personas armadas caminen por el pueblo,
que perros sueltos se desplieguen por el pueblo, que animales muertos sean
arrastrados por las calles del pueblo y así evitar imágenes traumáticas y tortuosas
tanto en los adultos como en los niños que viven y visitan Allué.
- Nunca cazar en el bosque colindante al
pueblo, dejando un margen de seguridad de una hora ó 4 km entre el pueblo y los
caminos que usamos lícitamente a diario
para deportes pacíficos y por salud. Así no nos veríamos obligados a huir del
bosque, como ocurrió ayer para proteger nuestra vida, mientras que los cazadores
practicaban su deporte. Así el aterrador ruido que generan con sus armas, perros
y voceos se escucharía más lejos y no nos veríamos obligados a irnos de
nuestra propia casa, del pueblo y de la zona para disfrutar de un día de domingo
tranquilo en familia. Esta zona actuaría a modo de Reserva a sus efectos.
- La posibilidad a consultar con
expertos en la materia, pero que a simple vista restablecería el orden
natural del bosque: reintrodución del
depredador natural por antonomasia, el lobo.
Aullemos todos y todas para despedir a los hermanos animales que mueren por deporte.
Aúlla conmigo para que la Selba de Allué sea sostenible.
Aúlla conmigo por el poder de conectar con la vida desde el corazón.
Auu, auu, auuuuu
Selva